Si tienes una pequeña empresa o eres autónomo con empleados a tu cargo, es posible que en algún momento tengas que hacer cambios en tu equipo de trabajo.
Las causas pueden ser muy variadas: menos ventas, cambios en la tecnología, necesidad de reorganizar tu empresa...
En esos casos, quizás te plantees opciones distintas al despido tradicional. Una de ellas es lo que se conoce como despido silencioso.
Pero ¿realmente merece la pena? ¿Conviene usar esta estrategia? ¿Qué efectos podría tener en tu empresa?
Vamos a explicarlo paso a paso.
Si tienes una pequeña empresa o trabajas como autónomo con personal a tu cargo, es normal que en algún momento necesites hacer cambios en tu plantilla.
Las razones pueden ser muchas: caída en las ventas, cambios tecnológicos, necesidad de reorganizar el negocio...
Ante esta situación, algunos empleadores recurren a métodos indirectos para que un trabajador se marche sin tener que despedirlo oficialmente. Es lo que se conoce como despido silencioso, una práctica cada vez más común pero muy polémica.
El despido silencioso (o quiet firing) es cuando una empresa provoca que un empleado renuncie voluntariamente, en lugar de despedirlo directamente. Para ello, se aplican una serie de medidas que buscan desmotivarlo y aislarlo, como:
Ejemplo real:
Ana, una trabajadora comprometida, nota que cada vez tiene menos tareas y que su opinión ya no cuenta. Aunque no le han dicho nada, siente que ya no la quieren en el equipo.
Obviamente, la empresa y el trabajador no sufren las mismas consecuencias.
Aplicar este tipo de estrategias puede tener efectos negativos a varios niveles:
Las personas que sufren un despido silencioso suelen experimentar:
Después de pedir una subida de sueldo, Marta fue relegada a tareas básicas, alejadas de su perfil. Pese a insistir, la empresa no la reincorporó a sus funciones anteriores. Finalmente, renunció.
Tras un cambio de jefatura, Luis dejó de participar en reuniones clave. Le negaron formación y sus decisiones eran constantemente cuestionadas. Agotado, acabó buscando otro empleo.
Si notas alguno de estos signos en tu día a día, presta atención:
Dejas de participar en proyectos importantes o te asignan tareas rutinarias.
Tus logros pasan desapercibidos y nadie te da feedback claro.
No te llaman a reuniones, no te incluyen en decisiones ni en actividades grupales.
No hay formaciones, ni promociones, ni subidas de sueldo a la vista.
Todo cambia sin que nadie te diga el porqué.
Aunque parezca una solución fácil, el despido silencioso puede salir muy caro. Afecta al clima laboral, reduce la productividad, daña la imagen del negocio y puede acabar en los tribunales.
En lugar de recurrir a prácticas encubiertas, apuesta por una comunicación abierta, una gestión ética del personal y oportunidades reales de desarrollo para tus empleados.
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